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Volver a empezar

Estamos vivos, que no es poco. Partiendo de esta premisa sólo nos queda ir a mejor. Un nuevo año y después de todo lo vivido, a muchos por una razón o por otra, nos toca volver a empezar. Pero antes, creo que merece la pena reflexionar, sobre todo para no caer en la misma piedra y poder tomar el control de nuestro propio barco. Mis padres, que siempre han sido mi ejemplo a seguir, me preguntarían ¿qué quieres hacer con tu vida, hijo? 

Y lo primero que me solivianta es el modelo de vida que hizo que no pudiéramos disfrutar más de nuestros padres.  Ese que rezaba «que la vida del empresario no es una vida que permita equilibrar vida personal y profesional». La ahora manida conciliación. Ya sé que muchos pensáis así, que el trabajo es lo primero, y lo respeto.  Eso sí, no lo comparto.  Y os voy a exponer mi versión de porqué pienso que este modelo no funciona.

Un niño pequeño necesita a sus padres.  Somos mamíferos, necesitamos contacto físico y amor.  El hecho común, aceptado y promovido por la sociedad de privar de la presencia física a un hijo de sus progenitores, no crea más que monstruos:  monstruos de padres y monstruos de hijos.  Si no vas a cuidar de tus hijos ¡coño!, no los tengas.  Un hijo sin afecto es una bomba de relojería emocional.  

Estoy firmemente convencido de que se pueden hacer ambas cosas a la vez: ser buen empresario y buen padre o madre.  De hecho, estoy seguro de que eres mejor persona cuando sabes equilibrar ambas tareas.  El adicto al trabajo, por supuesto que es bueno en lo suyo (¡joder, si no ha hecho otra cosa en su vida!), pero será un empresario a secas o una persona a medias. Estos, suelen ser los que se arrepienten de su vida cuando echan la vista atrás.  He oído a muchos padres decir que lo mejor que han hecho en sus vidas son sus hijos.  Ninguno se arrepiente de ellos.  De lo que sí se arrepienten estos trabajadores empedernidos es de no haber dedicado más tiempo a sus hijos y a su familia.

De ahí mi teoría del equilibrio, de mi rebeldía con lo establecido, con lo de «es que lo hemos hecho así toda la vida…”  Creo que cada vez más nos tenemos que cuestionar las tradiciones y las formas de hacer las cosas como las hacíamos. Esto ha cambiado y mucho.  Hoy, sin ir más lejos, mi hija pequeña, que es más lista que los ratones «coloraos», haciendo zapping ha caído en una corrida de toros y al verla me ha preguntado.  “Y el toro papá ¿el toro qué piensa?”.  Me han dado ganas de decirle que el toro lo que piensa es que somos unos hijos de puta.  Pero es muy pequeña para entenderlo.  Y la verdad es que nunca me había cuestionado una tradición como la taurina, tan arraigada en nuestro país. Pero digo yo ¿no habrá otra forma de torear sin tener que hacer daño al animal y mucho menos matarlo?  Creo que tenemos que evolucionar. ¡Abuelo!, antiguamente los leones se comían a los cristianos en el foso y eso gracias a Dios, ya no sucede.  

No quiero abrir el melón de los toros, solo quiero que nos cuestionemos las cosas, que retemos el statu quo y pensemos dónde queremos estar el día de mañana.  

Ya sé que esto de montar tu propio negocio engancha y si te va bien, más todavía.  Y si te va mal, pues es que no te queda más remedio que seguir enganchado (al vagón de cola en este caso, pero enganchado y sin parar de remar).  Porque la vida son dos días.  Ahora que tienes la oportunidad, por voluntad propia o ajena, decide bien a qué quieres dedicar el resto de tu vida.  Yo, si para seguir adelante tengo que renunciar a ellos, a mi mujer y a mis hijos, los que me dan la vida, prefiero no seguir ese camino.

Hay que empezar algo, pensado con cabeza y si es consensuado, mejor. Todo tiene un impacto y hay que cuantificarlo y asumirlo.  Al principio requerirá mayor sacrificio, pero luego podrá pactarse una compensación emocional.  Si no hay diálogo, ni voluntad conciliadora, al final te quedas para vestir santos, más solo que la una. Llegar a la meta sabe mejor cuando vas acompañado, pero esta, no deja de ser más que mi opinión. Otros piensan que llegar a la meta es sentarse encima de una montaña de dinero, como el tío Gilito. Allá ellos.

Volver a empezar es volver a soñar, es renovar la esperanza, es sentirse vivo. Dicen que la felicidad está en el camino y es cierto, día a día.  Paso a paso.  Y lo mejor es aprovechar cada minuto sin pensar en el tiempo que nos queda. Amar lo que hacemos en cada momento.

Nunca es tarde. Creo que es el momento de ser valiente y darse una oportunidad para visualizar qué queremos ser de mayores: tanto profesional como, sobre todo, personalmente. Qué queremos construir desde este primer día hasta el resto de nuestros días, para que cuando toque echar la vista atrás, lo hagamos con orgullo y tranquilidad.    Ω

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