La búsqueda del socio ideal es uno de los grandes capítulos de todos los libros de emprendedores. Todos coinciden en la importancia que tiene elegir bien al compañero o compañeros de viaje. Y tienen razón. Te previenen de no asociarte con familiares y amigos. ¡Qué cachondos! ¿Quién va a estar dispuesto a soltar la pasta si no es la gente que te quiere? ¿Quién va a confiar en ti y en tu idea si no son tus colegas y tu familia? ¡Podrían inventar un Tinder para buscar socios! Me ha dicho un amigo que cuando buscas pareja en Internet tienes más opciones de tener éxito que cuando buscas un socio en la vida real. Aunque, ¡ojo! no fue mi caso.
A mi socio me lo presentó un amigo común. El Gran Rome, también emprendedor. Dijo que los dos éramos buenas personas y que nos podríamos complementar mogollón. ¡Y coño, era verdad! Y así empezamos, sin conocernos, contra todo pronóstico. ¡Muchas gracias, Rome! Pero… ¿Hubiera sido lo mismo si hubiéramos sido amigos o familia? Pues no lo sé, ni lo sabré. Ni creo que nadie pueda saberlo. Pero tuve mucha suerte de conocer a David y de trabajar codo con codo en nuestro proyecto, en “recmember me”, la App que enviaba mensajes al futuro. Ya solo con haber conocido a David, me siento muy afortunado.
Muchas veces nos asociamos por miedo. Para minimizar el riesgo o por no ser capaces de asumir económicamente el reto de forma completa. Es normal y muy lícito, pero a la larga puede salir caro. Honestamente, entre tú y yo, pienso que el socio ideal no existe. No existe la persona que encaje al 100% con las expectativas que uno tiene cuando busca socio. Siempre le faltará algo y nos daremos cuenta con el paso del tiempo. Somos humanos, seres asimétricos, dulcemente imperfectos. Unos dicen que busques a alguien que sea lo más parecido a ti en la forma de ser y otros dicen que sea diametralmente opuesto, totalmente diferente. Esto me ha recordado que yo tuve un jefe, que podía defender en la misma reunión una cosa y la contraria. ¡Qué jodío! Uno salía de las reuniones y no sabía nunca qué coño tenía que hacer… (bueno sí, ir con una grabadora) ¡Joder! qué gusto da no tener jefe.
Perdón por el lapsus, volvamos al principio de siempre en esto de emprender: haz lo que te salga de las pelotas. Yo he tardado en verlo claro, pero ya lo voy viendo un poco más nítido. Los agoreros te dirán eso de: – ya te lo advertí – y siempre encontrarán una razón para decir que – ya se veía venir o esto nunca funciona- . ¡Qué putos cenizos! Yo, te digo lo mismo siempre, que si no lo intentas nunca lo sabrás. Y hay casos para dar y tomar de lo mismo y justamente lo contrario. Pero es verdad que todos pensamos que sí existe el socio perfecto. El socio perfecto ¡Soy yo! Así sin complejos. Porque como yo no hay nadie que haga las cosas igual de bien. Todos nos creemos que somos los mejores. ¡Los putos amos!
En serio, este no es mi caso, pero el ego que tienen algunos emprendedores es inmenso como el mar. Ante la falta de cariño, estos emprendedores han desarrollado el amor propio hasta límites insospechados y esto les hace creerse inmortales y los mejores del mundo mundial. Y esto choca frontalmente con la idea de tener otras personas alrededor. Si eres así, emprende solo, cualquier otra fórmula será un grave error. Los ególatras mejor solos. La soledad del emprendedor tiene el inconveniente de no poder compartir vivencias, pero la parte positiva es que irás más rápido y serás libre para imponer tu criterio. No tendrás que convencer a nadie, por ahora.
Para todos los emprendedores, perfectos o imperfectos, el mejor secreto a la hora de elegir socio es la actitud, la buena actitud. Creo que este es el auténtico secreto.
Me explico. Da igual el motivo que hayas tomado para asociarte con alguien: forzado por la tradición familiar, la amistad de muchos años, el dinero que te prestaron, los conocimientos que te faltan, el acojone que te entró o el simple azar. Haz que la asociación sea una relación sana, de construir algo juntos con el ánimo de crecer personal y profesionalmente, de aprender juntos, de hacer algo unidos evitando el mal rollo, las malas críticas, los reproches y toda la mierda que enturbia una relación. Pon la voluntad de no discutir y de intentar solucionar juntos los innumerables problemas a los que os vais a enfrentar. Si la actitud común es, que la relación funcione por ambas partes, te aseguro que funcionará sin importar la raza, ni el color. Es un matrimonio profesional. Y habrá de todo, como en botica, pero con amor es más fácil emprender y vivir.
La relación 100% perfecta que te recomiende el Tinder de Socios saldrá mal, si no le pones la firme voluntad de ser un equipo. Como ves, vuelve a ser un tema de actitud. Las cosas hay que hablarlas. Las buenas y las malas. Pero de una forma aséptica y sin dañar al otro. Si se ha cometido un error, que ya te adelanto, habrá unos cuantos, no pasa nada. El que tiene boca se equivoca. Lo importante no es ver quién comete más errores o quién pilla al otro. ¡NO! Lo importante es solucionarlos juntos. Sin ocultarlos, que ya te he contado que de los errores es de lo que más se aprende. Y celebrando los éxitos, como si hubieras ganado una Champions. Espalda contra espalda, ¡a por ellos que son pocos y cobardes!
La mejor manera de que las cosas salgan bien es querer que salgan bien. Es de Perogrullo. No ayuda la envidia, el orgullo mal entendido, la intransigencia, la vagancia, la soberbia, la venganza u odiar en cualquiera de sus múltiples variedades o formatos. Para que un emprendimiento tenga éxito las mejores herramientas para todos los socios son la humildad, la generosidad, la empatía, el respeto, la inteligencia, la comprensión, la tolerancia, el trabajo, muuucho trabajo, escuchar, ser justo… en definitiva amar. Y reír, reír ayuda y mucho. Ω
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