Si a la ya difícil tarea de ser mujer, madre, hija, esposa, amante, trabajadora… le añadimos la presión de ser mujer emprendedora, la “machada” es descomunal. Y como pueden comprobar, hasta la expresión coloquial para definir esta valentía, tiene tintes machistas, pero no voy a abrir ese melón, prefiero hablar de la extraordinaria capacidad de entrega que sólo una mujer es capaz de dar.
Lo realmente poderoso y maravilloso de todas y cada una de estas facetas de la mujer es el amor con el que están hechas. Nos dan lo mejor de ellas mismas sin pedir nada a cambio. Sin esperar un reconocimiento superlativo, ni atribuirse mérito alguno y a veces, ni siquiera esperar una recompensa. Dedicarnos su tiempo es su más precioso regalo y pocas veces lo agradecemos, no hablo sólo de los hombres.
Todos estos roles que desempeñan las mujeres, las enriquecen y las llenan de vivencias, experiencias y aprendizajes inolvidables.
Nos dan vida y la vida, amor, respeto, gratitud y alegría a todas las personas que convivimos con ellas, independientemente del sexo. Las mujeres son fuertes, inteligentes, generosas, apasionadas, valientes e incontables calificativos más. Tomando en cuenta el valor y el coraje que se necesita para afrontar la vida hoy en día, nada resulta más hermoso que hacerlo como mujer.
En ocasiones y fruto del menosprecio de miserables, junto con el yugo de la indiferencia de retrógrados, las mujeres no ponen en valor su estima. Cumplen con sus responsabilidades y en no pocas ocasiones hasta aceptan taciturnas faltas de respeto.
Por eso las mujeres tienen que ser las primeras en quererse más, en reconocer su valor y hacer que su entorno inmediato aprecie su presencia en sus vidas. Aprender a ser fuertes a las críticas incluso de otras mujeres que en vez de apoyarlas las intentan desanimar. No se trata de ser indispensables, sino por el contrario, se trata de poner en la balanza todo su empeño y dedicación a cada actividad que realizan y al menos pedir respeto y equidad, pero sobre todo lo que se necesita es que la propia mujer crea en lo que hace, y confíe en sus propias capacidades para salir adelante. Hacer su propia guerra interna de miedos e inseguridades para dar el paso a la posibilidad de emprender. No puede sentirse culpable cuando sus hijos reclamen más atención, y entender que todo sueño tiene su sacrificio, y que en vez de abandonarlos les está dando una lección de vida, porque cuando sean mayores, recordarán como su madre trabajaba duro día a día para lograr su sueño y así ellos harán lo mismo para perseguir los suyos. Deberá encajar cada derrota como una oportunidad de aprendizaje y seguir adelante.
No nos engañemos, en España ser mujer y trabajar todavía no está en igualdad de condiciones. Sigue habiendo brecha salarial. Pero la cosa se agrava cuando hablamos de mujeres emprendedoras, y no por ellas, que su actitud es de alabar, sino por el resto de la sociedad, que no estamos a la altura. Una sociedad a la que le cuesta comprender y tiende a juzgar a las mujeres cuando se salen de lo establecido, es una sociedad enferma.
Aunque cada vez son más las mujeres emprendedoras, estas siguen siendo bastantes menos que los hombres. El número de mujeres emprendedoras en España ha crecido más de un 40% en los últimos diez años. Se estima que hay 700.000 mujeres emprendedoras. Son pocas, necesitamos más. Las necesitamos en el entorno emprendedor. Las “startups” lideradas por mujeres fracasan menos, está demostrado.
Y, ¿cómo descubre una mujer que tiene madera de emprendedora? Pues hay ciertas características que son comunes a todas las emprendedoras que he conocido. Con la obligación de ser autónomas y tener que salir adelante valiéndose por ellas mismas, no les ha quedado más remedio que aprovechar al máximo sus habilidades, asumiendo múltiples responsabilidades y dar lo mejor de sí para llevarlas a cabo. Me refiero al “multitasking”, es decir su capacidad para realizar varias tareas de forma simultánea.
Cuando una mujer quiere conseguir algo y se compromete con el objetivo, nadie puede pararla. Lo consigue porque su orientación al logro es extraordinaria. Son moderadas asumiendo riesgos, son mucho más responsables en la toma de decisiones, no se precipitan y asumen las responsabilidades siendo conscientes de todas las implicaciones que tienen. Todo en favor de conseguir un mejor desempeño. Tienen un espíritu proactivo y positivo. Son innovadoras y capaces de crear productos y servicios nuevos o mejorar los que ya existen fruto de su continua observación y optimización de los procesos.
Tienen que demostrar el doble de valor que si fueran hombres para hacer ver que su idea o plan de negocio es bueno. Y ni siquiera basta con que sea bueno y ella crea en ella misma al cien por cien, además tiene que convencer a un entorno reacio a las nuevas ideas y más si las capitanea una mujer.
Por eso afirmo que una mujer emprendedora, vale por dos… o por tres, porque a las dificultades de ser mujer hay que sumarle las de ser emprendedora, compaginar el duro trabajo de sacar adelante un sueño con el cuidado de los niños y la casa. Y como guinda, casi de forma anónima trascenderán en la historia persiguiendo un único y loable propósito, el de allanar el camino de mayor igualdad y oportunidades a sus hermanas, hijas o nietas. Ω
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