Free cookie consent management tool by TermsFeed

La asignatura pendiente

Hablo con conocimiento de causa. Yo fui uno de esos chavales sin una vocación clara, sin horizonte ni destino, sin ni siquiera un derrotero certero. Al terminar mis estudios de Bachillerato me enfrenté a COU, el Curso de Orientación Universitaria, que de poco me orientó. Tenía otras cosas más importantes en las que ligar, perdón, en las que pensar.
La tradición familiar me guiaba hacia las artes biológicas, mis aptitudes eran más artísticas que mundanas y lo único que sí tenía claro, es que no sabía lo que quería. Todo esto aderezado con la presión de tener que ser universitario para ser un hombre de bien, respetable y no perder ni un minuto para terminar año a año y no llevar el estigma de repetidor de por vida. Ahora, con el paso del tiempo, me cago en esa presión. Correr para no llegar. Creo que hubiera ganado mucho tiempo si lo hubiera perdido un poco en conocer, entender y ver qué quería ser de mayor. Sobre todo, por la felicidad que conlleva encontrar tu sitio en el mundo.

Muchas de las personas con las que comparto mis sesiones como mentor me cuentan que son infelices porque no supieron elegir bien su camino. De no haber considerado un oficio como opción porque la formación profesional era para los perdedores. No supieron o no tuvieron valor para enfrentarse a todos y cada uno de estos prejuicios que les condujeron a vidas aparentemente normales de madre o padre, profesor, abogado, médico o ingeniero. Vidas normales, pero, vidas vacías.

Descubrir en medio de la carrera que esta no es tu vocación es más normal de lo que parece. Pocos son los valientes que tiran del freno de mano y salen dando tumbos por la tangente, decepcionando al sistema y hasta la madre que los parió. Lo normal es terminar la carrera y ya si eso, mirar a ver qué te gustaría hacer, pero como hobby, no como plato principal. Cinco o seis años tirados a la basura para aparentar lo que no eres, es un precio muy alto a pagar.
Pero todavía más triste es seguir adelante por inercia, y empezar a trabajar en aquello que ya descubriste en la carrera que no era lo tuyo. ¿Cuánta gente no tuvo valor y se quedó dentro del armario de por vida?

La desconexión entre la educación que recibiste y lo que va a ser el resto de tu vida laboral es brutal. Merece la pena parar y pensar. Parar y probar. Parar y equivocarse. Parar y corregir tantas veces como haga falta, sobre todo aquellos que nacimos sin una vocación manifiesta, aparente.

La esperanza de vida en España es de 83 años. Si terminas la carrera con 23 o 24 años, aún te queda más del 70% de tu vida para ejercer de algo a cuya decisión apenas le dedicaste un año. No me cuadra salvo para los vocacionales, que los hay, aunque son menos de los que parecen.

Viendo el panorama del trabajo en España, donde cuatro de cada diez empleos a los que quieren dedicarse los jóvenes españoles están en riesgo de desaparecer, donde el paro juvenil se acerca peligrosamente al 50%, donde la mitad de los jóvenes no encuentran trabajo ni lo van a encontrar, porque no olvidemos que los robots ya no son ciencia ficción, creo que deberíamos invertir 3 ó 4 años a una fórmula mixta de formación y trabajo. Como si entrelazásemos las manos. No dejar el Instituto, la Facultad o la Carrera para trabajar, sino un periodo mixto y remunerado en el que se aprenda trabajando, con beneficios fiscales para las empresas y que sirva para corroborar que es a esto a lo que nos queremos dedicar. Una transición donde equivocarse no sea delito, donde perder el miedo a perder. Donde volver a empezar no esté mal visto. Una especie de “Training on Job”, de entrenamiento en el trabajo, sin compromiso. Porque hasta que no ves el día a día de un veterinario, de una enfermera, de un policía, de un bombero, de un taxista o de un jardinero… no eres capaz de entender en qué consiste realmente este trabajo. Y, por tanto, de saber si te gusta y te llena.

Para mí, viniendo de un colegio cristiano el choque fue brutal. El contraste de valores que me enseñaron los curas comparado con los principios que hoy en día rigen en muchas compañías es como el día y la noche. Hay gente normal que trabajando son auténticos hijos de puta y probablemente la respuesta sea que están fuera de lugar, fuera del lugar donde deberían ser felices.

Nos falta encontrar esa pieza que une ser un estudiante que ha terminado su oficio o su carrera con la de un trabajador feliz.

Esa es nuestra asignatura pendiente. La de completar el círculo de nuestro paso por la vida. De ser felices con nosotros mismos. Hay muchas formas de estar, pero sólo hay una forma de ser, la de estar contigo, la de ser uno mismo. Ω

¿Alguna duda?

¿Tienes preguntas, comentarios o ideas para compartir? ¡Estoy aquí para escucharte! Ya sea que desees colaborar, solicitar más información o simplemente saludar, este es el lugar para hacerlo.